18.12.08

aquella noche, en una obscuridad de madrugada prolongada, los ojos de la muchacha dejaron de ser lo que habían sido hasta hacía diecisiete segundos antes. los ojos de la muchacha, esos inevitables ojos, se percataron de mi presencia. arrinconada, en una silla, cigarrillo en mano y cerveza pendiente sobre la mesa, me encontró. alcohol, hombres, mujeres, más mujeres y sustancias sin nombre la distraían. sí, mujeres. la muchacha de los ojos pendientes prestaba su boca a otras mujeres, casi sin gracia. el espectáculo era más que perturbador, deliciosamente prohibido. la muchacha cerraba los ojos y por su boca desfilaban seres de todo tipo. y yo, estática, inerte, me preguntaba qué pensamientos estarían atravesando su mente en ese momento. súbitamente, tras llenar el vaso por una inconmensurable vez, la muchacha de los ojos pendientes renegados, ocultos y olvidados entre lenguas imprecisas, abrió los ojos y se apartó de donde se encontraba. desorientada, vislumbró el desorden que la rodeaba, y al encontrar el alivio perdido, casi como sin pensarlo, arrimó una silla junto a la mía y se sentó. cientos de palabras comenzaron a salir disparadas de su boca, como si estuviera vomitando la agonía que intentaba explotar en sus ojos. palabras que salían de su boca mientras sus labios tomaban formas irrepresentables. sus construcciones sintácticas eran tan inimaginables que comencé, contrariamente, a elevarme. pero no, no debía ser así, no. ¿cómo era posible que aquella muchacha insaciable que tan vanamente conocía, extirpara mis pensamientos? aquellas eran mis palabras, mías. se suponía que no debían elevarme a mí, sino a ella. ella. la muchacha de los ojos pendientes. sentí como si su mano se encontrara sujetando fuertemente mi cuello, sin lastimarme, pero evitando fonema alguno, cuando la furia arremetió mi cuerpo: "eres tú", le dije. "eres tú la que causa en mí todas esas cosas que has escupido en mi cara". la muchacha sonrió, y habiéndose despedido de sus ojos, se fue, perdiéndose nuevamente entre los cuerpos.

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