22.2.09

Fue una tarde de verano, caminando sobre Avenida Santa Fe, que logré darme cuenta.

Quizás, por vigésima vez, había caído en el error de darme cuenta de algo pensando que era la primera vez que lo hacía, cuando en realidad uno siempre se da cuenta de lo mismo, una y otra vez. Pero esta vez, como todas aquellas veces pasadas, parecía ser verdad. Parecía tratarse de algo nuevo, de algo virgen, algo de lo que únicamente yo podría darme cuenta.

Lo necesitaba. Hacía tiempo que mi mente se encontraba girando alrededor de un mientras tanto infinito. Mi vida se había convertido en una de esas novelas donde el personaje principal no existe y la trama es una constante en descenlace. Fue entonces, en el momento menos esperado, que sucedió. Allí estaba, aquella tarde, en su presencia.

Por fin, pensé. Por fin.

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