La verdad
verdadera
es que aprendí
a sonreír
estando triste
más que nada
porque el amor
que me rodea
no ese
que se esconde
y que contempla
sino ese
que se anuncia
y que se queda
que nutre
y que llena
siempre fue mayor
que el miedo.
La verdad
verdadera
quizás
es que nunca aprendí
que ser feliz
era eso.
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