15.3.20

Esa mañana
la resaca
partió mi alma
en dos.

Sentí con todas mis fuerzas
que deseaba morir.

Sobre todo
gracias a vos.

No tanto
por las náuseas
que llegaban
de forma intermitente
como babosas
trepando
por mi garganta
sino
por la culpa
por la incapacidad
de recordar
cada instante
de repasar
cada momento
del juego
que habíamos
inventado juntos
aquella noche.

Aquella noche
hubiese preferido
que me esposaras las manos
que me cosieras la boca
que te negaras
a compartir
esa botella
conmigo.

Pero ese día
siguiente
de muerte
y destrucción
interminables
quise vivir.

También
sobre todo
gracias a vos.

Ese día
siguiente
lo recuerdo
tan vívido
como un sueño.

Recuerdo el sonido
de la puerta
cuando te fuiste.

Recuerdo el sol
y mis intentos fallidos
de volver a dormirme
en tu ausencia.

Recuerdo una serie
de Netflix
tan mala
pero perfecta
porque me hacía
pensar en nosotros.

Recuerdo tu cara
sonriente
cuando volviste
y mis ganas
inmensas
de llorar
al verte.

Recuerdo
tu cansancio
y tu cabeza profunda
buscando mis muslos
para usarlos de almohada.

Recuerdo
el silencio
cerrando tus ojos
mientras tu pelo
se enredaba en mis manos
y en la penumbra
la muerte
celosa
dejándonos
solos.

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