31.12.08

Laura está sentada al borde de una cama. Es una cama sin colchón, sin maderas y sin patas. En la cama no sólo está ella, hay alguien más. Pero Laura no sabe quien es, no puede ver quien es, no sabe si es ella o es él. Incluso de vez en cuando se pregunta si de verdad es alguien más o si es sólo su sombra en la obscuridad. Se pregunta por qué está todo tan obscuro, por qué no puede distinguir con sus ojos su cuerpo. Vuelve a tocarse y sí, allí están sus senos aún, sabe por demás que es una mujer. Una mujer joven y delgada. Toca también su pelo, largo hasta la mitad de su espalda, hasta milímetros sobre su ombligo. Lacio, bien lacio y liviano. El suelo que pisa parece de cemento, como si todavía se encontrara en construcción, pero dónde está ella, no lo entiende. Decide pararse, pero ni bien toma el impulso una presión en su cintura la detiene y siente el metal de las esposas alrededor de sus muñecas. Había olvidado cuán pesadas eran. Volvió a asegurarse de que las cadenas siguieran allí, encrustadas en la pared. Y sí, allí estaban las cadenas frías más encrustadas que nunca en esa pared también de cemento. -Ayuda!- y un eco incompleto la sobreviene, la agarra del pelo y la tira contra la cama. La cama, esa cama sin colchón, sin maderas y sin patas. Su cabeza golpea contra el suelo. Laura extiende sus manos para descubrir quién está allí, pero no logra casi mover sus brazos, y a su mínimo movimiento siente el calor de unas manos sujetándola al suelo. Unas manos ásperas, enormes. Las manos de un hombre. -No te muevas chiquita- y un olor inmundo invade su nariz. El calor se extiende sobre su cara y siente la respiración de ese hombre sobre su boca, sobre su cuello, sobre sus senos. Está desnuda, recuerda de repente, está desnuda y mojada y tiene frío. El calor se traslada al poco tiempo hasta su ingle. Un escalofrío súbito le recorre el cuerpo y sin pensarlo mueve violentamente su pierna derecha para defenderse. Logra azotar su pierna contra algo que cree es el vientre del hombre que la tiene sujetada al suelo. -Hija de puta quedate quieta, te dije!- responde la voz luego de agarrar las dos piernas de Laura con sus piernas fuertemente contra el suelo. Pero Laura sigue moviéndose desesperadamente y otro golpe la deja casi inconsciente. No entiende, no sabe dónde está, no sabe qué hace ahí, por qué hay un hombre encima suyo, por qué está desnuda, por qué no puede ver nada. Si tan solo pudiera abrir los ojos.

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