La figura escondía una leve sensación de espera...
asfixiante.
De espera morada en seda.
Espera de aleteos oscuros, marrones prefundos
y parpadeos.
La tarde muriente la había traído a galopazos de hierro
tan fuerte y tan transparente...
Me miraba
y hasta parecía hablarme de algo que yo ya sabía.
Y esperaba, tan paciente, como si ya no estuviera allí.
Esperaba
hasta que mis ojos se fugaron de ella,
derrotados.
*
entre tanta tristeza, que peca de egoísmo por quererte para mí, conmigo porque sí, festejo de tu suerte y de la mía, y de que lo único que nos una el día de hoy sea creer en que lo que existe se puede cambiar por algo mejor, y que excede cualquier tipo de aspiración meramente individual, porque allí, sin importar lo que cualquiera diga, existe todo menos verdadero amor o cariño.
por eso, por la madurez que siempre te caracterizó y que ha sabido superar y, por tal razón, guiar la mía, te doy las gracias, compañera.
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